Hoy he soñado con Los Tasadores

Eran dos señores y una señora. Llevaban cara de pocos amigos y parecían estar dispuestos a cualquier cosa cuando entraron por la puerta de mi casa. Primero les he enseñado el recibidor. A un lado, la percha con mis chaquetas y abrigos. Al otro lado, la estantería con libros y dvds. El más serio ha preguntado: pero, ¿está todo en venta? Yo he respondido que sí, que estaba todo en venta.

-¿Esto también? -ha preguntado sosteniendo un libro que quiero mucho.

-Sí, también está en venta.

Han ido apuntando, a medida que avanzábamos al dormitorio. Han visto el armario y la cama. Después han ido a la cocina, donde han toqueteado los electrodomésticos. En el lavabo han tasado todo lo que allí había, uno de ellos torcía el gesto, despreciativo. Hemos cruzado el pasillo hasta el salón y han tasado el sofá muy por debajo del precio que todavía aún hoy estoy pagando. La tele, la mesa, las sillas, los dvds, las estanterías. A todo le han puesto precio. Después hemos pasado al despacho y han tasado los libros, el sofá las mesas, las sillas, la impresora, el armario, todo lo han tasado excepto mi portátil. Les he dicho que el portátil y el disco duro no estaban en venta.

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-¿Por qué no? -han preguntado.

-Porque es lo único que tiene verdadero valor.

-¿Eso significa que todo lo demás no tiene valor?

-No, significa que todo lo demás no tiene valor para mí. Significa que quiero deshacerme de ello.

-Que usted quiera deshacerse de ello, no significa que carezca o no de valor. Somos nosotros los que dictaminamos el valor de las cosas.

-Ese es nuestro cometido -ha dicho la tasadora.

-Somos Los Tasadores -ha dicho el tercero.

-¿Y a ustedes quién les pone valor? -les he preguntado.

-¿Por qué se quiere deshacer de todos estos objetos? -me han preguntado sin responder a mi pregunta.

Porque ahora tengo el valor de deshacerme de ellos.

¿Qué vas a hacer con eso si no lo usas?

Todo empezó con este tuit de Carlos G. Miranda:

…gracias Carlos por hacer mi vida aún más miserable.

Fue en la Atapuerca de internet, cuando Llucía Ramis nos habló del peligro del Egosurfing. Allá por los 2000 empezamos a googlearnos a nosotros mismos y entendimos que era una búsqueda de nuestra identidad. Aún desconocíamos que en el futuro tendríamos no una identidad (la real), sino dos (la virtual) e incluso los hay que tienen muchas más: la real, la virtual, la virtual oficial, la virtual para amigos, y cada una asociada a una red social determinada porque cada una sirve para una cosa distinta. Con el paso del tiempo, todos sabemos ya que las identidades virtuales son  mucho más importantes que la identidad real. De la misma manera que sabemos que nuestros hijos tarde o temprano no sólo nos googlearán a nosotros para saber qué clase de tipos infames fueron sus padres, sino que se googlearán a sí mismos, cerrando el círculo del Ego.

Creíamos haber inventado todas las enfermedades asociadas a la vida moderna. Sin embargo hacía falta una aplicación que asociara las dos cosas que mueven el mundo: el Ego y el capitalismo. ¿Cómo? Con una app que respondiera rápidamente 8,50 a la pregunta: ¿cuánto vale nuestro ego?

En estos tiempos, la verdadera reseña es la que escribe el propietario del libro que quiere deshacerse de ti y te promociona subiéndote a Wallapop:

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Primera Temporada, bastante interesante.

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Un libro de segunda mano vale más si no te lo has leído.

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Detalla que ha sido usado una sola vez pero, ¿qué garantías tenemos?

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¿Qué frases habrá subrayado? Es como un easter egg del usuario.

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Porque todas las chicas besan por navidad.

Los objetos usados son la segunda división del capitalismo y tarde o temprano, todos acabamos en la compra-venta de mercancia de segunda mano. No obstante, lo mejor que le puede pasar a un libro es ser leído. Quizás el capitalismo es excepcional para que se muevan las divisas pero no tanto si lo que se trata es de que se mueva el conocimiento. Para que un libro alcance todo su potencial debe ser usado. Es necesario prestarlos, dejarlos, que viajen, que sean subrayados, tachados y usados cuántas más veces mejor. Un libro usado es un libro mejor. ¿Por qué no creamos un uber de los libros sin ánimo de lucro? Una app con geo-localización dónde compartir libros ya leídos y usados, sin que el dinero se inmiscuya. ¿O estamos todos demasiado ocupados moviendo divisas?