La crisis de Han Solo, una Fanfiction de Enric Pardo

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Han Solo.

-¡¡¡Grrrrrrroawr!!!

-¿Qué querías que hiciera? Los escudos deflectores no están preparados para absorber esa clase de impactos. No es culpa mía que…

-¡¡¡Grrrroawr!!!

-Lo sé, lo sé –contestó Solo a su viejo amigo Chewbacca, al tiempo que posaba la mirada perdida en su copa-. ¿Qué quieres que diga? No vi venir el asteroide. Me estoy haciendo viejo…

Han Solo no esperó a que el wookie dijera que no era cuestión de edad, los dos sabían que era cuestión de práctica. Llevaban muchos años fuera del negocio. En su juventud habían sido los mejores contrabandistas de Jabba el Hut, haciéndole ganar miles de créditos evitando los controles aduaneros de los Destructores Imperiales, pero de esto ya hacía mucho, mucho tiempo. Fue justo antes de unirse a la Alianza Rebelde y derrocar al Imperio, justo antes de restablecer la paz en la galaxia, justo antes de la vuelta de la República.

Han Solo se preguntaba en la taberna de Mos Eisley, dónde años atrás había empezado todo, por qué demonios la República que había traído paz, prosperidad y felicidad a todos los sistemas de la galaxia, no se la había traído a su espíritu.

-Porque no eres un hombre de paz, eres un hombre de lucha.

Han Solo alzó la mirada de la copa y se encontró con una figura de baja estatura encapuchada con una capa. Su voz sin embargo presagiaba su identidad. Antes de descubrir su rostro con un suave gesto, Solo ya sabía a quién tenía delante: Leia, su esposa.

-Odio que me leas la mente –dijo Solo.

-Odio que desaparezcas así. Odio que no lleves a los niños a la academia espacial. Y odio que me tenga que enterar por Chewie que has vuelto a tu antiguo oficio –dijo Leia sentándose en la mesa.

Han miró a Chewie, sorprendido por su traición. El wookie gruñó dándole explicaciones que no satisficieron en absoluto al piloto del Halcón Milenario. Acto seguido, Chewbacca cogió su ballesta y se marchó, dejando al matrimonio a solas. Han miró el lugar dónde estaba sentado su viejo amigo y pasó la mano retirando un matojo enorme de pelos.

-¿Te lo puedes creer? Chewie pierde pelo. ¿Has visto alguna vez un wookie calvo?

Leia sonrió. Aún le hacía reír el viejo pirata. No todo estaba perdido.

-¿Qué te pasa Han?

-No lo sé, Leia. Dímelo tú. ¿No lees la mente? Dime, ¿qué es lo que me pasa?

-La paz te pasa, Han –dijo Leia con serenidad.

-No me vengas con esas, no me gusta el peligro, no me gusta arriesgar mi pellejo, yo me metí en esto por dinero, ¿recuerdas?

-¿Volviste a la Estrella de la Muerte a salvar a Luke por dinero?

-No –dijo Han con una sonrisa en el rostro, recordando los viejos tiempos.

-Volviste porque creías en la rebelión.

-La rebelión era divertida.

-La rebelión era peligrosa.

-Jabba era peligroso, cruzar un campo de asteroides perseguido por la flota imperial era peligroso, demonios, ¡tu padre era peligroso!

La banda de la taberna interpretaba la música de jazz espacial que ya sonaba a antigua hace veinte años, sin embargo, seguía siendo igual de pegajosa. Han apuró su copa. Leia leyó la mente de su marido una vez más: “¿qué me pasa Leia, por qué no soy feliz?”

-No es por los tiempos de paz, solamente, Han. Todo aquello era peligroso, pero era divertido, y era divertido porque luchabas.

-Llevo toda mi vida luchando, Leia, estoy cansado. Ya tengo una edad.

-El problema capitán Solo…

-General Solo –le rectificó Han.

-El problema general Solo, es que has dejado de luchar.

-¿Contra quién quieres que luche? Ya no hay enemigo contra el que luchar Leia.

-¿Es por eso que has vuelto al contrabando?

-A ver Leia, que eran sólo unas piezas oxidadas de droides para un tahur del sistema…

-Han –le cortó en seco Leia.

-¿Qué?

-Odio que me mientas.

-No te miento…

-Eran unos sables de luz robados del templo jedi para tu amiguito Calrissian.

-¿Cómo lo sabes? ¿Por qué utilizas trucos jedi conmigo? Teníamos un trato, y lo rompes cada vez que…

-Cada vez que haces algo ilegal. Es mi trabajo, Han –dijo Leia, para acto seguido añadir-. ¿Sabes que hace tu amiguito…

-Lando. Se llama Lando. Y no es un amiguito, es mi amigo.

-Tu amigo Lando vende los sables de luz a niños en Bespin.

Han se quedó petrificado ante esta revelación. No supo qué contestar. Leia miró a su esposo con un sentimiento de ternura, decepción y empatía extremas.

-No lo sabía. Sólo quería…

-Sólo querías volver a sentirte joven, Solo.

-Sólo quería volver a luchar.

-Lucha, Han.

-¿Quieres que luche?

-¡Sí!

-¿Por qué tengo que luchar? La galaxia se ha vuelto tremendamente aburrida desde el restablecimiento de la República. Dime un propósito, dame una misión, dame un objetivo y pilotaré el Halcón Milenario hasta abatirlo. ¡Que alguien construya una Estrella de la Muerte en esta maldita galaxia!

Los dos se miraron. La pasión con la que Han había hablado era la pasión de la que Leia se enamoró tiempo atrás en el planeta helado de Hoth.

-Lucha por esto, Han. Lucha por nosotros. Me enamoré de un sinvergüenza, contrabandista, bocazas porque luchaba. Luchabas por mí, Han. ¿Y sabes qué?

-¿Qué?

-Eso hacía que me sintiera una princesa de verdad.

Han miró a su mujer y por fin se dio cuenta de que era un hombre mayor, cansado e infeliz, sin ganas de luchar.

-No sé, Leia. No estoy hecho para llevar a los niños a la academia espacial, sacar brillo a los blásters y hacerme viejo hasta convertirme en comida de bantha. No soy un hombre de paz, soy un hombre de lucha.

-¿Cómo hemos llegado a esto? Me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí –se preguntó Leia con muchísima tristeza-. ¿Qué ha cambiado?

-No sólo soy yo, tú también has cambiado. Cada vez pasas más y más tiempo con tu hermanito, aprendiendo la fuerza y jugando a los jedis –dijo Han con aires de reproche.

-No saques el tema de la fuerza, otra vez, Han –dijo Leia muy seriamente.

-Pero es que es el tema, Leia. Tú y esta estúpida religión…

-¡No consiento que…

-¿No consientes? ¿Qué es lo que no consientes? ¿Tengo que consentir que estés empuñando un sable de luz todo el día, que leas mis pensamientos cada vez que vuelvo a casa por si he estado con Chewie contrabandeando, que tenga miedo de que caigas en el lado oscuro? ¡Algo por cierto muy propio de tu padre!

-¿Qué? ¡Espera un momento!

-Todo esto es por culpa de él. Y lo sabes.

-Han…

-Eres una Skywalker, todo la galaxia sabe cómo sois los Skywalkers.

-Te vas a arrepentir de esto -dijo Leia tratando de calmar su ira.

-Los Skywalker caéis muy fácil en el lado oscuro.

-¡Han, esta vez, te has pasado de la raya! –dijo Leia al tiempo que se levantaba y encendió su sable de luz. Leia blandió la hoja resplandeciente de color rosa, mientras respiraba agitadamente, presa de la ira. Los dos se miraron en silencio esperando un final desenlace. A los pocos segundos, Leia apagó su sable de luz, se serenó, y volvió a sentarse.

-Me da miedo cómo va a terminar esto -dijo Han.

-El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Ese es el camino al lado oscuro -dijo Leia.

-Tengo un mal presentimiento sobre cómo va a terminar esto -dijo Han.

-Yo también.

-Es esto es el fin, ¿no?

-Sí, creo que sí –dijo Leia.

-¿Lo dices tú o lo digo yo?

-Dilo tú.

-Leia, quiero el divorcio –dijo con voz triste y queda, Han Solo.

A Leia le cayó una lágrima por la mejilla. Suspiró. Estuvo a punto de quebrarse, pero recobró la compostura.

-No. No quieres el divorcio –dijo Leia haciendo un gesto con la mano.

-No quiero el divorcio – repitió Han Solo las mismas palabras.

-Volverás a casa, a cuidar de los niños –insistió Leia utilizando el truco mental jedi.

-Volveré a casa a cuidar de los niños –dijo Han.

-Lucharás por nuestro matrimonio, volverás a ser un sinvergüenza con el corazón de oro y serás feliz.

-Lucharé por nuestro matrimonio, volveré a ser un sinvergüenza con el corazón de oro y seré feliz.

– Me llamarás de nuevo Alteza. Y me volverás a follar.

-Te llamaré de nuevo Alteza. Y volveremos a follar -dijo Han Solo-.

-Leia. Te quiero.

-Lo sé -dijo Leia Solo.

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La crisis de Han Solo es una Fanfiction escrita por Enric Pardo. Lucasfilms tiene todos los derechos reservados de los personajes de Star Wars. Este es un texto sin ánimo de lucro.