Preguntitas

Sentado en un banco del parc Joan Miró veo como una niña de unos seis o siete años se toma la merienda con su padre. La niña viene y va revoloteando al tiempo que le hace una pregunta tras otra:
-¿La naranja se llama naranja porque es naranja?
-Sí.
-Y si fuera roja, ¿se seguiría llamando naranja?
El padre asiente y consigue introducirle un trozo de fruta en la boca de su hija, que a medio masticar le pregunta:
-¿Por qué el plátano se llama plátano y no se llama amarillo?
No oigo la respuesta del padre porque un camión de bomberos pasa haciendo sonar la sirena, pero sí que le veo sudar.
La respuesta no termina de convencer a su hija que vuelve a la carga preguntándole por qué tiene que merendar.
-Para que seas muy fuerte -le dice el padre.
-¿No soy fuerte ya? -responde la niña.
-Para hacerte aún más fuerte -rectifica el padre, pillado en un traspiés.
-¿Puedo jugar con los niños a la pelota? -vuelve a preguntar la niña.
-Claro, puedes hacer lo que quieras -responde el padre esforzado.
-¿Y me puedo llevar la pelota a casa?
-No, no puedes llevarte la pelota a casa.
-¿Por qué no? Has dicho que podía hacer lo que quisiera…
El padre guarda silencio y en su cerebro un resorte explota intentando encontrar una respuesta que concilie el conflicto entre la libertad de su hija y la propiedad privada.
Entonces, la niña se gira hacia mí, me mira con una sonrisa, y con una condescendencia atávica me dice:
-Mi papá me explica cosas.