Sueños-III

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-5 de julio:

Hoy he soñado que tenía hambre.

A paso apresurado cruzaba el castillo hasta llegar a la sala del trono. Desconocidos, compañeros de profesión y amigos de la infancia agachaban la cabeza, hacían reverencias y me llamaban majestad. Entre mis súbditos distinguí a Vicent Fernández y a Javier Olivares.

Me senté en el trono y golpeé el cetro contra el suelo gritando que estaba hambriento. Por lo bajo, mis vasallos repetían entre sí preocupados: «el rey tiene hambre, el rey tiene hambre». Al rato alguien me traía un teléfono fijo de los años ochenta. Lo descolgaba y marcaba un número pero no había línea. Tras intentarlo varias veces y constatar la ausencia de línea en el medievo, lo he lanzado rabioso contra el retrato de unos de mis antepasados.

De soslayo, he visto a Javier Olivares susurrar a un cortesano con su peculiar sonrisa maquiavélica:

«Mi reino por una pizza cuatro quesos».

-6 de julio: 

Hoy he dormido distinto.

Durante mucho tiempo dormí recluido en mi lado de la cama: el izquierdo; como si el otro lado permaneciera reservado, en una especie de limbo.

Cuando apareciste tú, me pareció bien que reclamaras y ocuparas el lado derecho. Tú dormías mal, te quejabas y hacías diagonales irrespestuosas. Como dormías fatal, me pediste intercambiar nuestros espacios de descanso. No lo dudé ni un segundo y te cedí mi lado de la cama. Desde que te fuiste he seguido confinado en el lado derecho, reservando tu lado izquierdo, que antes fue mío.

Anoche al acostarme, me puse a leer en el lado derecho de la cama en el que me confinaste. Cuando terminé el capítulo y el sueño me vencía, apagué la luz y me acurruqué en la almohada, dejando libre el espacio izquierdo que fue tuyo y antes fue mío y que si alguien lo quiere de verdad, supongo que lo reclamará.

Sin embargo, esta mañana, por primera vez en muchos años me he despertado ocupando el centro de la cama.

-7 de julio: 

Hoy me he despertado con un ronroneo.

Era un ronroneo sordo, casi como si fuera emitido en el idioma de las palomas. Sin abrir los ojos, he notado a Mia a escasos centímetros de mi cara. Como el ronroneo seguía acosándome, la he acariciado y me he puesto a pensar en cómo ha evolucionado su relación conmigo. Poco a poco y desde su absoluta independencia, me reclama más y más cariño, más y más ternura, más y más caricias. Cuando nos vamos a la cama y yo me pongo a leer me busca para que le haga mimitos. De vez en cuando también me da un mordisco para que no se me olvide quien manda aquí. Me gusta que me despierte por las mañanas reclamándome atención con su ronroneo exigente y caprichoso.

No sé si lo es para ella, pero para mí, ese es el mejor momento del día.

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-8 de julio:

Hoy he soñado que iba al cine.

Empezaba la proyección y los actores hablaban un castellano irreal e imposible. Me levantaba de la butaca y me dirigía a las taquillas para advertirles que estaban pasando la peli doblada. Cuando me he vuelto a sentar, en la película se saltaban un rollo. Muy gruñón, volvía a acercarme a las taquillas y les gritaba airado:
-La calidad de la experiencia cinematográfica que estáis ofreciendo es muy baja, ¡os acabáis de saltar un puto rollo!
El taquillero me respondía altivo: «¿podría asegurar que se han saltado un rollo?, porque bien podría ser una elipsis narrativa».
-Soy Enric Pardo, soy guionista, he estudiado cine; sé distinguir cuando el proyeccionista se equivoca de rollo de una jodida elipsis narrativa -le respondía con ínfulas de señor importante-. Quiero hablar con el encargado -añadía muy, pero que muy gruñón.

Entonces, aparecía Rosario Dawson, la encargada del cine, y me preguntaba qué quería.
-La devolución de la entrada.
Me miró de arriba abajo y se me encaró:
-¿O qué?
-¿O qué? ¡A que os hago un tuit!
-¿Me amenazas con un tuit? -se rió de mí.
-Un tuit o la hoja de reclamaciones, Rosario, tú decides -le dije como ultimátum final.

Entonces, volvió a mirarme de arriba abajo y se hizo un silencio. Sonrió para sí misma, puso sus brazos en jarra, se atusó coqueta el cabello y ladeándose me susurró al oído: y…¿no prefieres cenar conmigo?

Le dije que sí.

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*Cada mañana publico un sueño en mi facebook.

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